variopinto

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INCERTIDUMBRE

Incertidumbre
Por Wendy García Ortiz
Es viernes, son las cinco de la tarde y acaba de terminar una lluvia escandalosa. A pesar de que el barrio no es muy poblado, el viejo centro comercial empieza a agitarse. Ya salieron todos de su oficina, piensa ella, encerrada dentro de su automóvil.
Agradece tener los vidrios polarizados para que ni los niños ni sus madres, que los llevan de compras, noten que hay alguien ahí adentro. Por momentos, siente vergüenza, pero de inmediato se le olvida. Tal vez la distrae ese ruidero de tripas que trae desde que salió de casa. No es hambre, son los nervios los que le carcomen el intestino.
No sabe si seguir sentada en el sillón del piloto o si pasarse para el de atrás; no está cómoda con el respaldo erguido, pero tampoco quiere recostarlo. De cualquier manera, lo único que le interesa es que nadie le bloquee la vista hacia esa puerta blanca, esa que está a una cuadra del estacionamiento, esa que aún no se abre.
Desde que recibió la llamada necesita ver aunque sea su rostro, de lejos. Quiere verlo caminar, saber que está bien, que el accidente no fue grave, como le dijo. Pero no entiende por qué no sale de ahí. Él no responde a sus mensajes de texto ni a sus llamadas. Todo parece indicar que apagó su celular. ¿Por qué?
La incertidumbre le está ganando la batalla, le pone imágenes que termina creyendo: ha de estar inconsciente en un hospital o se quedó tirado en la calle, el perro de sus hijos se comió el teléfono o peor aún… ¡su esposa no lo deja salir!
Sus manos le sudan por primera vez en muchos años y las tripas ya no truenan, sino arden. No tiene nada a qué asirse y experimenta una fuerte sensación de caerse para un lado. Siente que hay una línea muy delgada entre ese desequilibrio y la vida normal que lleva la gente que pasa afuera de su automóvil. En estos momentos le gustaría ser como todos ellos, como las madres embarazadas que le sonríen al marido mientras él paga el supermercado, como las muchachas que toman de la mano a su novio y se pasean frente a ella.
Intenta encender el motor y hasta entonces se da cuenta de que nunca lo había apagado. Presiona fuertemente el acelerador y suelta el freno.
El estrépito alarma a los peatones, quienes ven cómo un auto sale disparado del parqueo, se sube por dos arriates, bota un basurero, destruye una carretilla y se estampa contra una puerta blanca.

6 comentarios:

  1. Muy bueno Wendy, me gusta que no hay detalles que apabullen el cuento, sólo los necesarios para entender qué pasa. (Olga COntreras)

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  2. Hola Wendy, describes muy bien las sensación del momento. Y la concretas aún más con la comparación de lo que sus ojos ven, la calma, el orden de otras vidas, con la incertidumbre de la suya. Muy bueno.

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  3. Me gustó mucho cómo llegaste al punto máximo del cuento cabal a la mitad con la frase " o peor aún… ¡su esposa no lo deja salir!", que explica todo el cuento. Muy bien escrito.

    La primera vez que lo leí sentí que quería seguir leyendo qué pasaba. Pero a la segunda ya entendí que el final estaba en el autocastigo.

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  4. Me pregunto si hizo eso porque en su desesperación lo vio como una forma inmediata de saber de él? X)

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  5. Hola Wendy! siempre me ha gustado como escribes y este relato no es la excepción. Saludos! Daniela

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  6. ¡Wow, ahorita entré al blog y me encontré con todos sus comentarios! ¡Muchas gracias!

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