El rayo de luz azul que entró por mi ventana me recordó que hoy era Pok’tin
(Por Patricia Cortez)
(Por Patricia Cortez)
Iba a ser este el primer Pok’tin que pasaría con k’Taa; ya habíamos cocinado los pækäls, respetando la tradición: no se puede cocinar o hacer trabajos manuales durante un Pok’tin.
La mano de k’Taa se posó sobre mi vientre, pensé que todavía estaba durmiendo hasta que escuché su voz: “læTiia, iniciemos nuestra propia tradición del Pok’tin”. Pensé que se trataba de una herejía. La luz azul se incrementaba haciéndome notar que la luna estaba subiendo en el horizonte mientras la segunda luna, con su luz roja todavía dominaba la noche. En eso consistía el Pok’tin, y sólo ocurría cada 80 t’esals cuando ambas lunas se encontraban al mismo tiempo en un ciclo. “No, le dije, es una herejía hacer trabajos manuales durante un Pok’tin”.
k’Taa se levantó de golpe; se puso un traje plateado que sabe me encanta ver sobre su cuerpo y tomó un pækäl de la mesa en un claro gesto de rebeldía, “voy a comer, ¿me acompañas læTiia?”.
Todo el tiempo hacía lo mismo, intentaba que yo rompiera las reglas y las normas ¿acaso puede mantenerse el orden de un planeta si todos se esfuerzan en romper las reglas? ¿No son las normas las que mantienen la cohesión y evitan que este mundo se nos caiga a pedazos?... ese era el discurso que todos los Pok’tin nos dirigía mi padre cuando llegaba el momento supremo y podíamos comer los pækäls que dictaba la norma: dos; pero eso ocurría cuando el rayo azul había por fin tocado la cabeza del Drokgön en la plaza.
Las palabras de mi procreador seguían en mi cabeza mientras k’Taa tomaba hasta tres pækäls y comía con deleite, transgrediendo la norma y poniendo ideas en mi cabeza. Ideas que no me gustaban del todo, pero me atraían.
El resto del Pok’tin decidí llevarlo a cabo según la norma, caminé por el r’eer, mientras caía la bruma y saludaba a mis procreadores, corté flores de V’aalaad para ponerlas sobre la llama de la vida y esperar a que el rayo azul llegara a la cabeza del Drokgön.
Todos cantaron en coro en el momento en que el rayo azul de la luna pequeña caía sobre la estatua que cobraba vida por un momento y emitía un rugido para luego volver a dormirse. Aplaudimos y justo allí, a mi lado estaba k’Taa, su rostro compungido era de arrepentimiento y de gozo por el milagro que acabábamos de presenciar: la vida vuelve al planeta como cada 80 t’esals.
Cuando estuvimos en nuestro habitáculo de nuevo, k’Taa se sentó a mi lado, no intentó colocar su mano sobre mi vientre, tomó mi mano y comenzó a hablar: “nunca me he emocionado por la luz de la luna azul, no es sino un evento físico, algo que pasará aunque tú y yo nos comamos los pækäls y nos estrujemos los vientres antes de la hora. No me emociona la estatua que cobra vida por un milagro tecnológico que hace que únicamente el rayo de luna azul la encienda y se mueva, es algo mecánico, no divino. Lo que puedo decirte læTiia, es que he visto un milagro encender tu rostro y la luz que emana del Drokgön se ha reflejado en ti, tu brillas y eso, me hace sumamente feliz”.
Todo el resto de la hora privada nos estrujamos los vientres, cuando la luz del sol fuera visible saldríamos del habitáculo hacia nuestras labores y yo guardaría la sonrisa de k’Taa durante el resto de mi vida.
Este cuento me gusto mucho. Me recordo el ritual parafernalico de los orientales. Y es sensual.
ResponderEliminarEl inicio es un poco complicado por lo distinto de los nombres pero poco a poco se va acostumbrando y termina siendo un muy buen cuento romántico.
ResponderEliminarMe recordó Avatar...
ResponderEliminarPatricia, ¿los nombres de las personas, las costumbres y los ritos pertenecen a alguna cultura real o es una mitología inventada por vos? Una u otra, te felicito por darle a una situación romántica convencional un entorno atmosférico completamente novedoso e inesperado.
ResponderEliminaraunque no soy partidaria de explicar... Me encanta la literatura de ciencia ficción de los 50 y parte de la gracia de la literatura es inventar mundos completamente nuevos con leyes propias y costumbres.
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