Jefe de Jefes
(Por Olga Contreras)
-¡Que no se te olvide que estás aquí sólo para recoger la mierda de los animales y para darles de comer! – le gritó el Jefe- las choleras ya saben que diario te tienen que dejar comida para vos y tu familia, porque ni se te ocurra hartarte algo de lo que se les da a ellos. Esos animales son finos, más finos que vos ¡cómo yo te vea, te mato hijueputa!
Y sabía que era cierto…El mal carácter del Jefe era conocido por todos los que trabajaban allí. Puchis, si hasta se cuenta que una vez mató a un cocinero chinito que tenían en la casa sólo porque le sirvió muy caliente la sopa. ¡Por la vida de la mierda china que te parió…Me quemé toda la geta!-esas palabras fueron las últimas que oyó el pobre chinito.
La verdad es que el trabajo no era tan cansado como peligroso. Eso de darle de comer a los dos tigres que tenía el Jefe en jaulas era bastante jodido. Pero ya le habían dicho los guardianes que el chiste estaba en darles de comer y allí mismo aprovechar para limpiar la caca de las jaulas. Lo mismo hacía él con los monos y con unos chuchos entrenados para atacar que soltaban en la noche para cuidar el jardín. Los flamencos y los pavos reales eran bien mansos, esos no eran problema. Y hay que ver qué comida le daban a los animales: buena carne y bastante para los tigres y los chuchos, frutas bien raras que ni conocía para los monos y los pájaros. ¡Ja! Bien que se le antojaba azar un buen pedazo de carne…¡pero ni loco! A él no le pagaban sueldo como a los demás, el trato fue que le daban comida y lo dejaban vivir en su champita que quedaba en la parte de atrás de la casa, al fin y al cabo que no se miraba desde ninguna parte. Entraba diario de madrugada por una puertita donde sacaban la basura y allí había una bodega donde las muchachas ponían la comida de los animales, así no tenía que estar entrando a la casa y le dejaban a él algo de comer, pero casi siempre era pan tieso, tortillas shucas y fideos fríos.
Una noche, oyó ruido de carros, gritos, balazos, pero él sólo alcanzó a meter a su familia debajo de la cama y rogaron a la virgencita que los cuidara. Pasaron como dos horas y se oyeron los últimos tiros, los chuchos ya no ladraron y los carros se fueron. Se animó a salir y divisó a lo lejos que no eran carros del Jefe, sino otros.
-¿Qué decís mija, voy a ver los animales o mejor no?- le preguntó a su mujer en la mañana.
-¡Ay, yo diría que mejor no! Mejor mirá si van a ir a traer a las muchachas a la parada.
Cada día los choferes iban hasta la parada de camioneta a traer a las muchachas, pues al Jefe no le gustaba que nadie durmiera en la casa, sólo su familia y los guardaespaldas. Cuando vio que iban como siempre los dos pick-ups a recoger a las muchachas entonces se fue corriendito a darles de comer a los animales. Pero cuando entró a la bodega, allí estaba el que era la mano derecha del Jefe, al que le decían “Diablo” junto con otros dos tipos que de inmediato sacaron pistolas.
-Ah ¡tranquilos muchá, tranquilos! Este es Arturo, el que cuida a los tigres - dijo el Diablo.
-Mirá Arturo, digamos que… hubo un cambio de planes y ahora el Jefe soy yo, como quién dice ahora soy Jefe de Jefes- dijo soltando una sonora carcajada- vos quedate tranquilito pero sobre todo calladito: vos no sabés nada, no viste nada, todo va a seguir igual que antes. Hoy les traje a los animales esta hartazón- le dijo señalando unas bolsas negras de basura- dáselos todo de una vez.
Sin preguntar nada, sin decir media palabra siquiera, sacó de las bolsas unos pedazos de carne rara, todavía algo caliente y con mucho hueso. No era la carne fina de siempre pero los tigres y los chuchos se la comieron todita. Se dio cuenta que al fondo de la bolsa todavía había un pedazo de carne. Con horror se tuvo que tapar la boca para no gritar cuando sacó una mano grande, con un anillo todavía puesto. Era el anillo que siempre usaba su anterior Jefe.
-Arturo ¡puta mano, que no se vayan a hartar el anillo! Limpiálo bien y me lo llevás a la casa- le ordenó su nuevo Jefe.
me parece un cuento muy actual, que bien describis el personaje del "jefe" y " del Diablo"para mi...es un cuento a lo Tarantino en letras. Real y crudo, me encanta. Un guión deberias de escribir!!!!!
ResponderEliminar´¡Qué bárbara, Olga! Me encanta, para variar.
ResponderEliminarGracias Fabiola y ¿el tuyo? A mí me costó mucho el tema, porque a pesar de haber trabajado toda mi vida nunca he tenido jefe.
ResponderEliminarMe temo que el mío llegará con un poquitín de retraso (tengo jefe...jajajajaja). Estamos en semana de "cabal antes de la feria" y nos ponen mucho trabajo por lo mismo...pero por allí va a llegar...
ResponderEliminarCómo el poder nos va corrompiendo poco a poco como sociedad hasta que llegamos a aceptar a estos jefes como nuestros. Me gustó el cuento, y la idea que nos transporta para reflexionar.
ResponderEliminarMe encantó. El lenguaje muy bien utilizado, todo. Muy bueno, de verdad.
ResponderEliminarPues a mi no me gustó, difiero de todos los comentarios, soy nueva en este blog. Me parece que debe de redactar mejor, está bien como lo hace, pero si se nota que es aprendiz, lo cual no está mal, pero no, no me termina de convencer
ResponderEliminarBienvenida Mercedes. Que bueno que te tomas el tiempo para leer los cuentos, ojalá pudieras darnos alguna luz del por qué no te gustó y qué quitarías o modificarías para que fuera mejor. La idea es crecer como escritores con la ayuda de los más experimentados y también de los lectores.
ResponderEliminarTodos los comentarios son bienvenidos pero si es constructivo, mucho mejor.
Y también ojalá te animaras a compartir un poco de tu trabajo en este espacio que está para ello.
¡Bienvenida de nuevo!
Humor negro del bueno y hasta con moraleja apta para estos tiempos.
ResponderEliminarInsisto Olga, me gusta muchísimo más cuando usas colores fuertes que cuando escribes con colores pastel. Este cuento es uno de tus mejores. La idea del anillo me gustó un montón.
ResponderEliminar¡Gracias a todos! Ya había mandado el cuento con un final diferente, bastante ingenuo por cierto y cuando estaba haciendo ejercicio se me ocurrió este final y corrí de regreso para cambiarlo, menos mal que Manu no lo había publicado aún.
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