Niños problema
(Por Fabiola Arrivillaga - Cuento Eléctrico)
El día había sido bastante largo para la pobre maestra. Lidiar con dieciséis muchachitos de cinco años era ya suficiente, sin contar con aquel par de gemelos, eléctricos los dos, eléctricos en serio. Sin saber la causa de tales conductas, decidió citar a los padres para aclarar algunos puntos, como la renuencia a participar en la clase de computación o deporte – que normalmente agradan mucho a los más pequeños –, las extrañas reacciones de los demás niños del salón cuando aparecían, la inusual necesidad de estar siempre juntos y la inquietud de ambos, esa electricidad, tanta electricidad, demasiada electricidad...
A medio día llegaron los padres, a quienes no sorprendía nada ya de sus pequeños hijos. Y advirtiendo a la docente sobre el tiempo que les llevaría la famosa charla, seguramente más larga de lo esperado, se instalaron en las bastante incómodas sillas de la coordinación. “Seguro quiere escuchar todo, ¿verdad?”, inquirió el padre, “porque hay que volver mucho tiempo atrás”.
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Era una noche lluviosa y oscura cuando los gemelos, niño y niña, decidieron venir al mundo. “Realmente llovía duro, seño, tanto que se fue la luz, usted”. Primerizos ambos, el padre se apuró a meterla al carro y le metió, hasta el fondo, el pie al acelerador mientras la madre se quejaba impaciente, dolorida, finalmente parturienta. La clásica enfermera brava del turno desvelado les dio ingreso y los acompañó a su cuarto, guiada por una linterna de poca luz y rezongando por las quejas de la una, la inexperienca del otro y la falta de fluído eléctrico. “Y este par, seño, que tenían prisa por llegar al mundo, imagínese el dolor y la angustia”.
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Era una noche lluviosa y oscura cuando los gemelos, niño y niña, decidieron venir al mundo. “Realmente llovía duro, seño, tanto que se fue la luz, usted”. Primerizos ambos, el padre se apuró a meterla al carro y le metió, hasta el fondo, el pie al acelerador mientras la madre se quejaba impaciente, dolorida, finalmente parturienta. La clásica enfermera brava del turno desvelado les dio ingreso y los acompañó a su cuarto, guiada por una linterna de poca luz y rezongando por las quejas de la una, la inexperienca del otro y la falta de fluído eléctrico. “Y este par, seño, que tenían prisa por llegar al mundo, imagínese el dolor y la angustia”.
El médico llegó una hora después y tras la revisión de rigor, y que no ha de describirse más que la incomodidad y el estremecimiento de la joven madre, además del sonido de los guantes de látex al desprenderse de las manos del galeno, les informó, con rostro severo, la inevitabilidad de la cesárea. “Ya ve usted, seño, que los doctores ahora por todo operan, ¿verdad?” Les tocó esperar otra hora a que llegaran el pediatra y el anestesista, y para entonces la madre se perdía entre gritos suplicantes y estridentes insultos proferidos contra cualquiera que se le pusiera enfrente. Tal era el escándalo, la oscuridad y la prisa que el anestesista, primerizo también, en lugar de conectar el catéter al suero narcótico, lo metió en el tomacorrientes de 220V; y hay que imaginarse la reacción de artefactos y mujer que no solo los pequeños nacieron de inmediato y bastante despabilados, sino que hasta la luz volvió a la ciudad entera. La madre no tuvo tiempo ni de sentri más dolor que el ya sufrido, porque el anestesista, percatándose de la metida de pata, con habilidad volvió las mangueritas a su sitio, agregando un poquito razonable de morfina a la solución salina.
Los efectos de la descarga no se hicieron esperar. Desde recién nacidos, Alessandra tenía la virtud de conducir toda carga alrededor suyo, por lo que en la casa de la familia no se contaba con ningún aparato eléctrico, pero si con buena cantidad de pararrayos, para ayudar a la niña en su congénita tarea. Mientras que Alessandro era como un capacitor puesto en línea, no podía tocar ningún artefacto con requerimientos eléctricos sin provocarle una sobrecarga – ha de hacerse la excepción con la batería del carro, que muchas veces ayudó a funcionar. Entonces los padres decidieron vivir a lo ermitaño, sin suministro eléctrico, y advirtieron a los niños que debían estar siempre juntos para procurar equilibrio, así como no tocar ni interruptores, ni aparatos ni a otras personas.
Ese par de niños eran la luz de sus días, la chispa de su vida y la electricidad en persona. Sin embaargo, el tiempo pasó y era hora de meterlos al colegio. Entonces comenzó el vía crucis. En tres años llevaban media docena de establecimientos. En todos les habían recomendado alguna “institución especial” para niños con trastornos de conducta. En éste, llevaban apenas cuatro días.
“Por eso, seño, cuando Usted dice que nuestros hijitos son un poco eléctricos, tiene toda la razón”.
Súper original Fabiola, te felicito. Por lo menos ellos tenían una razón "lógica" para ser eléctricos, pero ay otros que...
ResponderEliminarpuse hay sin H...¡perdón!
ResponderEliminarHolga, no ce que tanto pueda alludarnos la ortografía, no kiero parecer anarquista, ni ajitadhor, sino poner un punto klave sovre la meza, el zentimiento sobrhe la razon, lla mucho kartesianismo y fhundamentalismo alrrededor de la litheratura, habra forma de que juvilemos ya a tan kansada forma de vlokearnos. Saludos...jejeje.
ResponderEliminartomenlo a broma.
eztas en lo sierto xaparron, digo ce zupone ke la ortografía cige zirviendo, pero kOn EzO de la modernidad...
ResponderEliminarcontestando la broma ah y me gustó el guento,
Muy bien estructurada la narración. Me gustó. Creo que los ... no serían necesarios, ¿no?
ResponderEliminarY estoy de acuerdo con Lester: liberémosnos ;-)
Original. En los párrafos iniciales sentí que faltaba fluidez por tantas comas, después se fue normalizando.
ResponderEliminarHay un guión que se abre pero no se cierra. Tuve que leer dos veces esa parte para no perder el sentido.
Aunque es broma lo de la ortografía si es de ponerle atención, es parte de la belleza del lenguaje y más en el castellano que una tilde puede cambiar el sentido completo de una oración y usada correctamente embellece un escrito.
Saludos!
Bien, Fabiola! Alguna tilde vi que hacía falta por ahí pero es una narración muy buena. El final me hubiera gustado con un poco más de fuerza, más que tan tan eso era seño, quizás algo donde entraran los niños o un cierre más sorpresivo, porque la sorpresa estuvo enmedio. Me quedé con la cosita de que el catéter no conduciría electricidad porque es plástico y es cierto que en la fantasía todo sucede pero si es así me hubiera gustado que hubiera más fantasía en ese catéter. Con las faltas hay unas que agregan agregan carácter al cuento (si son a propósito) porque si son de descuido no tienen razón de estar, ya que las tildes y diferentes letras hacen diferencia entre un sentido u otro de la palabra.
ResponderEliminarJajajajaja, Quique, tenés razón con lo de la tripita del suero, qué gracia. Y eso que enseño física...jajajajaja. Manu, de veras que se me olvidó cerrar el guión. Qué pena los descuidos de esta vez...Pero ya van a ser los finales y me va a bajar la carga del trabajo (excusas, excusas) y entonces volveré a ser la de antes, cumplida y meticulosa...Un abrazo y gracias a todos por comentar, me hace muy feliz leerlos.
ResponderEliminarfabiola: si se puede transportar electricidad, porque el suero tiene alta concentración de electrolitos: sodio y potasio que si son buenos conductores de electricidad, el asunto es que tendría que perforarse la tripa, pero bueno.
ResponderEliminarlos cuentos tienen su propia vida interna, estoy leyendo crónicas marcianas y según sus cánones no funcionarían, no sé, hay que ser un poco más imaginativo